Sigue envuelto...

Y mis ojos preguntándole a las manos qué escribir. Palabras inseguras. Sensaciones sin nombre parapetadas tras la lengua.
Se han hecho llamar sabios, diferentes, hombres inteligentes, mujeres perceptivas, amigos y mentores. Pero todas las miradas flotan en el aire y se deslizan por la piel como seda. Ajenas a las extrañas maquinaciones de la conciencia. No hay oídos que escuchen ni dedos capaces de sentir la electricidad de mi cuerpo. Y me voy perdiendo y te preguntas dónde estoy. Y es justo detrás de ti. Esperando a que voltees y entiendas. Grito y grito y al otro lado de mi mampara de vidrio nadie se da por aludido. Los dibujos, las fotos, los cuentos, las caricias, sonrisas son apenas un remedo, un mal retrato hablado de lo poco que tiene forma. La ambigüedad que sembré para ti. Para que sonrieras al descubrir praderas tras el portal. Y la bolsa de caramelos en el bolsillo de la chaqueta.

La continuacion de un prologo de nada...

Le gusta la cerveza. Sobre todo las con mucho cuerpo y un gusto extrañamente acaramelado. Sabe que no es caramelo y se pregunta por qué le llaman así. El conoce el caramelo y es muy distinto a la cerveza. Pero así le llaman y no quiere la respuesta. Le gusta la cerveza, con eso basta.
Algo repiquetea en su cabeza. Viejos cuentos mejor que los suyos, otras historias que no son las suyas. O quizás si, quien sabe. Se involucra en su propia conspiración. Se atrapa en sus propios cuentos y sabe que se esta volviendo loco. Puede sentirlo… y verlo. Como pasar por alto su mano temblorosa. Como no ver que tiene que apretar dos veces el encendedor para prender los cigarros, uno tras de otro, siempre dos veces. Se esta volviendo loco y lo sabe. Él sabe muchas cosas, pero no esta tan seguro de ninguna. Y como no son cosas que le sirvan a alguien entonces nada le importa la seguridad.
Pide otra cerveza y más cigarros. Entonces imagina. Y cuando el imagina no puede detenerse. Las imágenes se superponen a cualquier cosa, entonces ya no esta en el bar, sino en la calle.


El convertible rojo, un Pontiac Laurentian del 63, atraviesa a toda velocidad
entre la niebla. Su conductor no sabe exactamente a donde va, pero recibió la
llamada. Y los hombres como él responden a las llamadas. En su mente aun escucha
la voz afligida de su amigo. Entonces vira en la calle indicada y cuando
logra darse cuenta ya había dos tipos bajo las llantas. Se pone nervioso, nunca
había atropellado ni a un perro. No comprende nada de lo que esta pasando.
Entonces un par de balazos, y un rostro conocido salta hasta el asiento
del lado.
-¡Parte huevon! – Grita su viejo amigo.
El vehículo arranca en
medio de la noche, dejando a un montón de tipos muertos, y dando tiempo -
estirando el tiempo… deteniendo el tiempo- suficiente como para que dos amigos
de infancia se pongan al día.

El sonido de las botellas chocando lo trae de vuelta. Una chica sentada a su lado lo mira intrigada. Él le sonríe y mira al barman algo confundido. El barman lo mira y le lanza una sonrisa de complicidad. La chica sonríe, pero ya no lo mira. Por un segundo en el bar, nadie mira a nadie, y nadie sonríe. Unos beben, otros mastican, unos fuman, todos piensan en algo fugaz y poco importante. Un segundo, luego alguien sonríe y otros sueltan el humo.
-Me causas curiosidad- le dice mirándolo con sus verdes ojos. Se nota que esta medio ebria, pero eso le da un toque extremadamente inocente. Quizás por su rostro de un dorado pálido y su nariz enrojecida de tantos martinis.
- La curiosidad a veces nos causa problemas- responde él, siempre con su tono que la gente suele confundir con misterioso. Pero el sabe que no es mas que una invitación a la que pocos responden.
Se sostienen la mirada. Lover man de fondo y la atmosfera cargada de electricidad. Cada parroquiano bebiendo a su propio ritmo. Cigarros que van y vienen. Bocas que aspiran y aros de humo sobre los más expertos. Las lámparas apenas se ven ya de tanto humo. El barman conversa con un amigo al otro lado de la barra y hacen la mímica del saxofón de Charlie Parker. Ríen y beben ron. Ahora es Bebop lo que suena, la electricidad desaparece un poco y todos los rostros se aligeran.
- Puede que si, puede que si. Me encantan los problemas – lo dice con ese tono tan de ebria que a él le causa gracia. Parece ser una chica interesante. Aunque nunca ha conocido a una que no lo sea. – Tienes cara de artista – entonces ella suelta una risa tan rara que él arquea una ceja y contiene su risa. – te invito a un trago… Eh, Carlos, tráeme una cerveza… De esas – dice apuntando a la botella vacía.
- Antonia, estas muy ebria, no te voy a dar ni un vaso de agua… – responde el barman desde el otro lado – bueno, quizás el vaso de agua si.
- No es para mi idiota, es para… - espera un par de segundos – aquí es cuando me dices tu nombre y le damos a esto el ambiente de un dialogo de película. No me cagues la onda chico.
- Marcel Sandoval- responde riéndose.
- Marcel… Sandoval…- hace una pausa y frunce el ceño sin borrar la sonrisa - ¡Eso no pega! Eres un mentiroso. ¿Lo sabias? ¿Lo sabias?…
Se encoge de hombros. La originalidad no lo acompañaba esta noche. Marcel Sandoval. A veces eres una mierda, piensa.
-Y… ¿A que te dedicas? – dice ella siempre con una sonrisa y la vista que se le pierde a ratos en algo de su rostro que él no puede identificar. Eso le pone muy nervioso.
- Pues, soy dibujante… - esquiva sus ojos, se concentra en la botella como si fuese allí donde leerá el resto de la frase – Y en mis tiempos libres soy mimo.
Ella se queda mirando las botellas. Luego otra de esas extrañas muecas, como si recién hubiese escuchado lo del mimo.
-¿Crees que puedes engañarme con algo tan simple? – Saca un cigarro y lo prende – Déjame adivinar, Marcel Marceau y… - saborea el humo de su cigarrillo – ¿Rafa Sandoval quizás?...
Él se larga a reír. Lo han atrapado. O casi. Da igual, saben donde esta el truco. Ahora es él quien está intrigado. ¿Quien es esta chica? Comienza a sospechar que la rueda gira otra vez. Otra vez, como en aquella ocasión. Cuando la fortuna lo levanto desde el infierno y por un instante se sintió en el cielo. Aquel lugar del que tanto recela pero que añora como un sueño infantil. Pero esta chica… No, él ya no tiene fe. O no quiere tenerla, lo que da igual. No quiere – tal vez ni puede – volver a sentir lo mismo. No con otra chica. Pero esta es tan linda. Le gusta, y lo esta mirando. Sabe que solo es de ebria, pero si pudiera sentir un beso. Solo un beso. Entonces sus pensamientos cambian de rumbo. Ahora esta en medio de la nada y la mujer que él ama, flota a unos metros. Aun así, la siente, siente su piel. Sus pechos presionando suavemente contra su cuerpo. Vuelve al bar. Y los ojos verdes siguen mirándolo. Que lindos ojos. ¿Eran sus ojos verdes lo mas llamativo?, se pregunta, o había algo más en esa chica. No sabia que decirle, me ponía nervioso, piensa con su tono de seudoescritor. Siempre piensa en tiempo pasado lo que esta viviendo. Quizás porque el sabe que el tiempo es una cosa extraña. No esta seguro de cómo, pero lo siente. Siente como se le desliza por la piel como seda. Y se le escapa por la yema de los dedos. El tiempo, la vida, ella, el juego. Entonces olvida las reglas y pierde partidas.
-Tony Sandoval – corrige.
- ¿Y ese quien es?
- Un maldito bastardo que dibuja mejor que yo – Responde él.
La noche continúa y la música cambia. Alguien se aburrió del jazz. Pero ellos ya están demasiado lejos como para percatarse de ello. En la humedad costera se abre un vacío para acunar sus besos. Mañana, al despertar en una cama ajena, se preguntará dónde está y al verla a ella durmiendo resuelta y pechos al aire, tan segura de estar en su hogar que poco importa quien la acompañó esta noche, sabrá que ha cometido un error. O al menos eso cree ahora. Ahora que la besa, y que ya no puede detenerse mientras ella lo arrastra al taxi.

Caminar con la sensación de estar cometiendo un crimen. Mirar sin poder sonreír. Ocultar, actuar, mentir. Ser lo que quieren que seas. Lo que necesitan que seas. Lo que menos les duela. Tocar y fingir. Caricias que no valen nada. Pisar lodo donde quiera que estés. Saberte observado. Gritar en silencio y pedir perdón. Perdonar. Ser perdonado. Sentir el perdón. Y los ojos del espejo devolviéndote el gesto apático. El agua fría. El corazón entumido. Y la lengua quemándome, mis labios que sangran de tanto morderlos... que mi aliento quiere fundirse con el tuyo.

Despertar.

Caí...
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Ahora solo me queda el silencio...




... y un hielo derretido en el wisky.

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