Trató de gritar y estallar en tinta. Que los olores soberbios del tiempo detenido se escurrieran entre sus dedos como una horda de ratas que huyen de un sótano en llamas. Trató de que sus músculos se desgarraran fibra por fibra y se tensaran en el espacio produciendo la música que nunca fue capaz de componer. Que sus ojos contuvieran el aire y esculpieran con precisión todo el dolor que causaba el astio. Trató de dar forma a historias que no avanzaban, historias de personajes que no nacen, porque no son personajes sino personas que ya no están en su vida y que extraña aun cuando finja no extrañar a nadie. Trató una y otra vez pero no pudo. Trató... pero siguió en su asiento, con las manos rojizas y las yemas moradas, escribiendo en su teclado de silicona, invocando al océano del silencio que se las devolviera o que al menos lo dejara derramar lágrimas por ellos... pero el silencio es sordo y sus dictámenes inapelables.
Hace frío y puede que llueva más tarde, yo siempre te recuerdo con más
intensidad cuando llueve. Tengo incluso la absurda preocupación de pensar
que puedes...